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lunes, 23 de febrero de 2009

La señito del mercado



—No, no, no… Ya la vendimia aquí en el mercado no da pa´ vivir. Hay que chingarle, chingarle y chingarle y aún así no sale, pero pos´ ni modo de morirse uno de hambre. No, no, no hay más. Si la cosa está dura. Y dicen que se va poner pior. ¡Hay Jesús Bendito! A ver di a como nos toca.
No, no, no. Tengo de todo pos´ por que nomás no se me vende nada de nada. Los santitos, el olor a incienso de no sé qué, el cránio y los demás huesitos que ahí se divisan nomás son pa´ apantallar. Ya casi no se vende nada, no, ya no, ya no como más antes. No es que la gente ya no sea créida sino que muy apenas les alcanza pa´ comprar frijolitos, y eso cuando hay, una bolsita de chile y ya de por sí medio kilito de gordas de máiz. Ya las di harina ya son un lujo. ¿Usted cree que tendrán dinerito pa´ venir a que yo les lea las cartas? No, no, no. Aquí en el Mercado Juárez ya está todo muy apenas, muy apenas sale pa´ vivir o más bien ya no pa´ vivir, más bien pa´ irla pasando y ya. No le digo nomás. Cuando vienen los gringos nomás toman fotos y fotos y fotos pero no compran nada, nada, nadita. Son más agarrados que la chingada, son rete agarrados los cabrones.
Uy, si bien me acuerdo comostaba antes aquí en el mercado. Feo, feo diatiro, ¿se acuerda, joven? Antes hiedía a petate-carne podrida-pinol- baño sucio-pescado-chicharrones-pie de atleta-manteca requemada… Haga de cuenta todos esos olores al mismo tiempo. Y eso no es nada, no, no es nada. Si yo le contara. Las cucarachas eran del tamaño de mi mano, d´esta mano santa que tengo, y cuando las apachurraba uno, tronaban como truenan las nueces. No, no, no. Con decirle que las ratas se comían a los gatos, así le digo. La virgen me ha de perdonar, pero aquí era un desmadre, un vil desmadre, no, no, no. Pero aún así, fíjese, había más gente que la que hay ahora. Es que Saltillo ya no es un rancho, no, no, ya está re grande. Aquellos tiempos de antes ya quedaron atrás. Las Sorianas y los Walmars y esos Sams nos están fregando la clientela re feo y las ventas ni le digo. Mal, mal, todo va de mal en pior. Y esta sociedat cada vez más tirada a la basura. Verá usted. Hace poco llegó un muchachito, ancina casi como usté, de verdá, tendría unos 18 o 20 años más o menos “buenas tardes, siñora, ando buscando la planta de los dioses”. Esa planta nunca la había óido yo mentar, nunca: “tengo manzanilla, istafiate, árnica, ruda, malva, sábila, eucalipto, gobernadora, yerbabuena...”, “ándele, ándele. D´esa mesma mero ando buscando, deme 30 pesitos de pura yerbabuena”. No pos´ yo agarré tres manojitos, ya que los vendo a diez pesitos cada uno, los eché en un periódico viejo que andaba por hai, lo hice rollito y se lo di. Aquel me pagó y se jue. Yo apenitas ´taba haciendo la cruz a mi Dios Padre cuando aquél regresó y me dijo: “yo no le pedí esto, no mame”. “Cómo que no, me pedites 30 pesos de yerbabuena. Acuérdate”. “No, no joda, yo pedí “hierba-buena”, “mota”, “marihuana”, “de la verde” pa´ que me entienda. Chingado cabrón muchacho. Ya para no hacerle largo el cuento. Le devolví los 30 pesos y éste se jue a buscar su mierda pa´ otro lado. Dejé la cruz a medias y eso es de mala suerte. Muy mala suerte. No, no, no. Cada vez todo ´ta pior y dicen, usted no me crea, pero dicen que esto se va a poner que pa´ qué le cuento. Uno hace su luchita, pero por más que l´haga no sale, no sale. Usté, joven, usté que está léido no tiene por qué mortificarse, uno sí. Uno pos´ no tiene ni velas pa´ su entierro contimás pa´ darse una buena vida. No, no, no. A ver que nos espera más delante ¡Jesús Bendito!




Por Sergio Iván Ramírez Huerta


jueves, 12 de febrero de 2009

ESPEJO ALUCINANTE


El siguiente poema lo hice pensando en una mujer mexicana que una vez dijo "yo conocí a Pablo Neruda y no sólo era un superdotado como poeta". Una mujer que tomaba un collar gratuito del tianguis (del náhuatl tianquiztli 'mercado')como si fueran los cascabeles de un chiquillo caprichoso y llorón. Le cantó a Dios, la soledad y la muerte como si el sensontle se quedara mudo ("cuando el sensontle canta, el indio muere" Película mexicana Tizóc). "Hice el amor/ en do mayor". Las palabras entran como sonsonete a la cabeza hueca. Bueno, aquí les dejo mis insignificantes versos, porque eso son. "En los años 30´s yo era la mujer más bella de México, bueno, en realidad no lo era, pero sí la más inteligente".




"Que todo morirá cuando yo muera,
imposible pensar de otra manera"
A Pita Amor


Huérfanos ya tus poemas en el canasto
pelean sin misericordia
y se visten de blanco
porque son las novias de los mimos.
Recitaré cualquiera, al azar,
tus musas vienen a mí
montadas en perros sarnosos
y traen, todas, look de brujas despeinadas.

Eres la niña más vieja
pero niña a fin de cuentas,
usa tu capa morada,
enfrenta a Dios
con tu lápiz favorito
y tu voz de tren ligero.

Pescaremos todos los siglos del mundo
con una red
o con una caña de pescar
o con un guante de seda,

qué más da.

También me quitaré las medias
y mi calzón de corazones verdes,
¡seamos libres!,
más labial a tu boca
y menos arrugas a tus versos
que tu belleza es casi virgen, casi.

Tu orgasmo de granada
lo adornan los títeres colmilludos e infantiles
que cuelgan de los clavos oxidados
en tus paredes descoloridas.

Toda el agua estancada de un pozo
que haz llenado con tus lágrimas.
¡Anda, siéntate, hablemos de amor,
llamemos “Manuel” a los angelitos
y “locos” a los mortales!

Mil rosas quieren marchitarse en tu sombrero
cual amantes,
cual enamorados o pretendientes
que se pasean en tu bastón
parecido a una espada de guerrero.

Juguemos a ser poetas
¡anda, Pita, juguemos!
¿Tú quién quieres ser?
está bien, serás, como dices,
"...la dueña de la tinta americana"
y yo seré... cualquiera.



Por Sergio Iván Ramírez Huerta




Pd. Les recomiendo que le echen una visita y leída a la interesante biografía de la poeta en cuestión. Para algunos será una loca y, para otros tantos, tambien fue una loca, pero, "la más grande de ellas"


miércoles, 4 de febrero de 2009

Las lunas del panadero

(Cuento inspirado en la leyenda saltillense "El Perro Negro")




—Ese ancianito que ven ahí es una vieja perdiz harinera. Es el mejor para batir la masa y tiene tacto de cirujano para el horno, desde que yo recuerdo, nunca se nos ha quemado un bolillo o una concha. "Don Chago" sabe que aquí hay que levantarse temprano. Las tortillerías abren más tarde que nosotros; pa´ cuando ellas vienen del molino, nosotros ya hicimos las teleras. Lo mismo da que sea día de la Revolución o viernes santo, ese de quien les hablo nunca nos ha dejado abandonada la chamba, ha llegado "crudo", lo acepto, pero aún así hace su rutina con esmero, parece que nació con este único destino, como si Dios lo hubiera echo de puro trigo y para el trigo. Las arrugas que se le ven no son de cantinear por las noches, yo lo digo porque lo conozco desde joven, se ha dado sus quereres y sus alipuces, pero nunca pierde la cordura, bueno, eso me consta de las pocas veces que nos hemos desmadrugado juntos, quién sabe andando solo.

—Ya, ya, ya. Que sea menos. ´Ta bien que el muchacho aprenda a hacer cuernitos o conchas, pero lo vas a aburrir poniéndole aumentativos a mi persona. Bien sabes que me encanta el chupe desde morrillo y pa´ las viejas soy un vicioso, mejor cuéntale cuando comenzamos aquí en la panadería. Decíamos que haríamos las entregas pa´l lado del Puente de Guanajuato, bueno, así se llamaba entonces, ahora se llama la calle Gómez Farías. Todavía recuerdo bien, esta panadería era la única cercana al Ojo de Agua. El pan se vendía, ahora sí que como dice el dicho: "como pan caliente". Las ´inches entregas las hacíamos en la madrugada, como a las cinco o cuatro y media, nomás los gallos y los ladridos de perro se oían a esa hora. Me montaba el canasto en la cabeza y ahí me veras caminando y temblando del frío...

—Las entregas las hacíamos a pata, nada de bicicleta ni chingaderas por el estilo. Las calles estaban empedradas y oscuras, así que llevábamos a la virgen en la garganta. Caminábamos como si corriéramos. No había muchas casas pero sí muchos tragones. La gente se levantaba a la hora de las gallinas, por eso teníamos que ganarles o tomarían su café con pura azúcar y leche. Cuéntale "Chago" lo que te pasó, porqué nunca más volviste a llevar el canasto pa´l lado del arroyo. Aún me acuerdo de tu cara pálida con la que regresaste.

—No me vas a creer muchacho. En aquel entonces yo era el "entregapan oficial pa´ la única tienda que hay pa´l lado del Arroyo". Yo era muy chavalo, tendría unos 14 o 15 años nomás, siempre se me pegaban las cobijas, así que pa´ cuando llegaba a la panadería pues luego luego me mandaban a llevar el producto. Ya me había acostumbrado a levantarme tarde y por lo mismo a subirme el canasto a la cabeza. Entre el miedo y la noche iba y venía rápido. Cuando llegaba a la empinada calle Real de Santiago ahora Gral. Victoriano Cepeda, en cierta ocasión se me emparejó un perro grandote y negro, no me amenazó ni nada. Casi me orino del espanto. No pude correr, me quedé petrificado, dije "me va a morder de los guevos y yo con las manos en el canasto". Lo único que se me ocurrió fue agarrar un pedazo de empanada y aventárselo. El perro pa´ luego se la tragó y empezó a mover la cola. Se me quitó el miedito de volada. Le aventé el otro pedazo, se lo comió y hasta me acompañó unas dos o tres cuadras. Al siguiente día se me emparejó de nuevo, yo ni lo había visto. Pa´ cuando lo sentí casi me saca un pedo. Le aventé una dona y asunto arreglado, movió la cola y me acompañó las mismas cuadras que un día antes. Al siguiente día le aventé un ojo de buey. Al otro un chamizclan. Una semita, polvorón, barquillo, peineta, banderilla, churro, chilindrina, rollo, bizcocho, campechana..., en fin, de todo comía aquel animalito. Ya le había agarrado arto cariño. Una cuadra antes de llegar a donde siempre me esperaba mi canino amigo, yo iba preparando la pieza que no fuera repetida al día anterior. Ese perro probó de todos y a ninguno le hacía el feo. Dónde, una vez me levanté bien tarde y córrele pa´ la panadería, llegué y me dio un buen regaño el patrón, casi me corre y yo con qué le iba a salir a mi madre, ni modo de decirle "me corrieron por guevón, mamita adorada". Agarré el canasto y me fuí bien encabronado pa´ la tienda del Arroyo. De pronto se me emparejó el perro aquel. Yo no tenía tiempo pa aventarle comida. Iba yo bien apurado y bien enojado. Me agaché para agarrar una o dos piedras de la calle, esperé a que se descuidara el animalito y le di sendo chingazo que al sentirlo aventó un aullido retefeó, como cuando están matando a los marranos. Gritó como nunca había oído yo. De pronto me vio y sus ojos eran dos flamas rojas. Me enseñó los colmillos y desapareció en una nube apestosa a azufre. ¡Puta madre! Aventé el canasto lleno de pan y corrí calle abajo como si me fueran a matar. Todavía estaba bien oscuro. No sé como llegué, dicen que parecía fantasma por lo blanco que estaba. Nunca más volví a llevar pan. El patrón me dijo que la única manera de seguir en la panadería era levantarse temprano para ir al corriente con todos y que le dejaría la entrega al próximo que llegara a pedir trabajo. Así lo hice. Desde entonces aquí me verás: cuando las brujas o diablos se van a dormir, yo fabrico el pan para los que aún duermen.

—Así que ya sabe, chamaco, agarre el canasto y vuelva pronto por que aquí hay muchas cosas que hacer. No te tardes, no vaya a ser el diablo... en forma de perro come-pan.

Por Sergio Iván Ramírez Huerta


"El Perro Negro" se encuentra en la obra Leyendas del Saltillo Antiguo de José de Jesús Dávila Aguirre.