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sábado, 4 de julio de 2009

El silencio que trajo Yolanda



No quería beber agua, y mira que se la acababa de echar al bote. Nunca lo había visto así de desesperado. Quería saltar, ladrar, correr, aullar y sobretodo quería morderme porque me enseñaba los colmillos como diciendo "te arrancaré los oídos o quizás la nariz y labios, te dejaré a la vista la carne de la cara". En los ojos tenía el miedo asomando y le salía baba a borbotones. No sé a que le podría temer. Papá y yo acabábamos de matar las ratas enormes que se habían apoderado del patio trasero, teníamos que usar una varilla o un machete para darles muerte, ni las pedradas ni el agua hirviendo les hacian algun daño. Cuando el machete las aplacaba de uno o dos tajos, brotaba la sangre como si tuvieran la yugular de humano y ni hablar del ruido tan espantoso que hacían. Cierto que las estábamos matando pero el sonido era similar al de los recien nacidos. Pero el caso no es ese. Mi perro tenía un miedo espantoso a tomar agua. "Lobo, Lobo. No me gruñas. Mírame. Tranquilo, tranquilo. Soy yo. Lobo", le decía casi a grito tendido, pero sólo paraba las orejas como si se estuviera preparando para atacar. 'Lobo' sé que suena estúpido ponerle el nombre de otra especie, pero nunca lo pensé a fondo al bautizarlo. "Es un perro, no una persona. Tú puedes llamarlo como se te antoje" me dijo mi padre y andaba sobrio cuando lo hizo, le tomé la palabra. Pero insisto, el caso a tratar no es ese. Quizás el agua no estaba en buen estado, o el bote estaba sucio, pero aún recuerdo que salió directo de la manguera, yo tomé también y no me supo amarga ni ácida ni a cloro. Desde que falleció mi hermana todo ha cambiado. A Lobo parece que se le metió el diablo. Yo no puedo dormir por las noches, por consiguiente tengo que hacerlo durante el día. Hasta la fecha mi padre no ha querido hablar de Yolanda (mi hermana), ha suspendido la compra del periódico y la tele casi no se prende en todo el día. Nada de noticias. He perdido muchos amigos y dentro de la casa se respira aire pesado, apestoso, negro. He sentido que alguien se me queda viendo a la espalda, me detengo, miro de soslayo y no hay nada ni nadie. Ayer me pareció mirar una sombra, como un vientecito, como una mujer que se fue volando. Me quedé sin habla. Igual estube frente a Lobo durante casi cinco o diez minutos, quizás fue más tiempo. No lo recuerdo bien. Él parecía un loco. De pronto se paró en dos patas y empezó a caminar como si fuera un hombre. Quise correr pero sus colmillos aún asomaban al demonio. Me quedé frío. Quise llorar, correr, gritar..., quise hacer mil cosas pero ni siquiera mis dedos respondían, mucho menos mi boca. Papá no estaba en casa, de otra forma pude haberle llamado y éste habría traído el machete o la varilla, aún con sangre negruzca pegada. No hubiésemos matado a Lobo, claro está, aunque él tubiera los ojos, la piel o la cola del diablo. Le habríamos metido un susto. Cuando nos miraba matar ratas se la pasó aullando y no nos quitaba la vista de encima. No puedo decir que perro y ratas fueran amigos ni nada por el estilo, de echo en cierta ocasión Lobo amaneció todo mordisqueado, parecía que lo habían quemado vivo, lo extraño es que no escuchamos que se quejara durante la noche y madrugada. La carne se le veía roja, negra, morada, verde y tenía pus, mucha pus, nunca vi tanta pus en un animal. Lo inyectamos con antibióticos y le echamos una pomada que nos dió el veterinario. Se recuperó en tres días, elpelo le salió de repente, estaba, parecía tener pelaje de caballo pues era muy grueso y limpio, hasta en la oscuridad le brillaba. Era muy bonito. Pero no sé porqué me desvío del tema: Lobo no quería beber agua. Le temía como si ésta fuera lumbre. Me desconocía y yo también lo desconocía a él. Los gruñidos fueron en aumento. La lengua, su lengua claro, tenía un tono grisaceo como los ostiones. La mirada, esa mirada nunca la olvidaré, fue como si en realidad me estuvieran observando todas las víboras del mundo. Si Yolanda hubiera estado presente, juro por Dios que nada hubiera pasado. Ella me lo hubiera quitado de ensima "tu eres mis ojos, nunca te dejo solo, yo te cuido" parece como si la estuviera oyendo en mi oído, despacito, tierna, llorando. Los gruñidos y ladridos se confunden, es como el sonido que hacían las ratas al ser atravezadas por la varilla más mis gritos más los quejidos de Yolanda cuando estaba con su novio en el cuarto de ella, previamente cerrado por dentro. Todo daba como resultado un sonido espantoso. Los colmillos se entierran en la carne y no se siente nada, sólo un chorrito caliente que emana desde adentro. Lobo es más alto que yo, creció de repente, cuando se puso en dos patas me sobrepasó por mucho. La sangre, mía por supuesto, me cegó. Despues del dolor no hay nada, sólo el sueño y ahí es donde nacen las palabras que nunca salen de la garganta, claro, si aún hay una garganta "Lobo, Lobo. Soy yo. Te hablo. Lobo, porqué no me reconoces. Ya no hay ratas. Yolanda ahí viene, ahí está y te habla. Quítate. Me duele. Lobo, te habla Yolanda. Papá, papá. Quítame a lobo. Échenle el agua encima". Palabras que se pierden con la claridad del miedo, y el miedo luego sale huyendo para perderse en la oscuridad.




POR SERGIO IVAN RAMIREZ HUERTA