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sábado, 2 de octubre de 2010

Septiembre por siempre

Casualmente en septiembre nunca escribo. Surge una impotencia que me llega hasta los huesos. No es flojera sino una especie de letargo. Los días se vuelven finitos y desesperantes como un niño que babea o hace pompas de saliva, asqueroso hasta cierto punto. Aunque tengo ideas, no logro plasmarlas en algún papel.

Parezco un fantasma de treinta días. Quisiera dormir el 31 de agosto y despertar el día 01 de octubre como si septiembre fuera sólo un sueño. Es fobia lo que tengo. No comprendo esa tenaz incertidumbre cada año. Como si me fumara algunos cigarros de marihuana, los colores se distorcionan al igual que las paredes, las letras, las mujeres, los autos, el sexo, los sonidos, los edificios, Lezama Lima (aunque Lezama Lima siempre se vuelve distorsionado sin importar la estación del año), el alcohol, la sangre... ¡vamos!, todo se vuelve un disparate. Imposible transitar por las calles con tanta locura.

Y ahora que despierto, septiembre, se ha llevado tantas horas de mi vida y yo pensando en la posibilidad de borrarlo con una goma blanca para que no deje siquiera mancha.

Quién fuera un loco frente a una computadora escribiendo a los días que se han ido como una bebida por la garganta del tiempo.



Por Sergio Iván Ramírez Huerta