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martes, 1 de febrero de 2011

EN BUSCA DEL TESORO DE LAS LETRAS

Me vi en la necesidad de buscar libros de autores regionales como Arturo y su mesa redonda buscaron antes El Santo Grial. Las librerías no los conocían, incluso dudaban de su existencia. Acudí a las bibliotecas sólo para darme cuenta que, dichos ejemplares, se habían perdido o quemado como casualmente le ocurrió a la del Ateneo Fuente. Gracias al Santo Cristo y a San Charbel encontré algunas obras maltratadas por la humedad, los hongos, mordeduras y caca de ratones, ¡vamos! El maltrato que produce el olvido. Era casi imposible tomar las obras sin que éstas se deshojaran o quebraran. Las hojas estaban pegadas debido a los miados de roedores. El olor que expedían era similar a un retrete de esas cantinuchas de mala muerte que se ubican en la zona centro de nuestra ciudad capital.
Si algo he aprendido de mis ilustres maestros es: nunca darme por vencido frente a las circunstancias, que dicho sea de paso, nunca son favorables. Acudí a la bodega de la más famosa librería de mi localidad. Mi sorpresa fue mayúscula desde la entrada a la casa-edificio-bodega-oficina. En un cuartucho oscuro tenían apiladas cajas y más cajas de libros que fueron hechos con el impuesto que pagaron mis padres, abuelos, tíos y demás caravana familiar que se me vino a la memoria y pertenecen a la masa trabajadora. Las obras estaban apiladas como la marihuana cuando va a ser quemada por la AFI o el Ejercito Nacional, aunque sabemos que lo que incendian es mínimo comparado con lo que previamente han escondido para su comercialización. ¡Pero bueno, ese no es el tema, volvamos pues, o como se dice en el populacho: ¡“a los que nos truje, chencha”!
Busqué a alguien que me pudiera facilitar algunos ejemplares, aunque me los cobrara. ¿Pagar por ellos? Ni modo, el negocio es negocio. Encontré a una amable viejecita que me dijo, “hay joven, tome los que quiera, al fin al cabo se están echando a perder. Sálvalos antes que sea época de lluvias, porque ese cuarto tiene goteras y se le mete el agua por debajo de la puerta. Vieras nomás. Todo se vuelve un cochinero, Siempre nos vemos en la necesidad de tirarlos. Terminan pareciendo atole o engrudo. Entonces ni el camión de basura se los quiere llevar. Toma los que más te gusten, nomás llenas una hojita cuando te vayas”. Ya del dinero mejor ni hice mención. La señora ya me los había regalado y, se hubiera prestado a malos entendidos.
Increíble. Empecé a examinar las cajas y contenían ejemplares en perfectas condiciones con portadas bonitas y temáticas. Lógicamente el contenido de cada obra era algo muy diferente, como diría mi abuelo “una cosa es una cosa y otra es otra”.
Alguna vez he tenido la oportunidad de leer algunos escritos de autores coahuilenses de la década de los 50´s y 60´s. El Archivo Municipal cuenta con varios ejemplares, pero no son para regalarse… Gracias a Dios, sino ya no existirían.
Décadas atrás se escribía acerca de la realidad, el ambiente, las carencias, costumbres, etcétera. Tengo que aceptar que los escritos eran una especie de “tributo a las buenas costumbres que no atenten contra la moral del pueblo”, algunas rayaban en lo ingenuo, lo fácil, lo corto en todos los sentidos. La época y el lugar no se prestaban para algo más. Pobre gente “tan lejos de todo y, sin embargo, tan cerca de Estados Unidos de América”.
Las condiciones actuales de los escritores “actuales” son muy diferentes, saltan a la vista. Los alcances tecnológicos, las revistas, la televisión, Internet…, todo juega un papel fundamental para la expansión de creaciones. El medio nos ha sido cambiado, cada vez somos una ciudad más parecida a las grandes urbes norteamericanas y nos olvidamos de nuestra tierra y todo lo que en ella habita, es decir, nos hemos olvidado del origen de las cosas dentro de nuestro medio. Somos una especie de extranjeros en nuestro propio territorio.
Dentro de las obras que tuve la oportunidad de obtener, me encontré con varias propuestas que me llamaron la atención. Número uno, la poesía actual no me gusta. Cada que leo poemas de la región, quiero más a mi perro. No sé por qué razón cada día hay más y más seudo-poetas, se reproducen con una facilidad sorprendente como si fueran Gremlins y les echaran agua en la espalda y éstos se autoprocrearan. Han abandonado la estética, la estructura, ya no tienen gracia ni temática y, han pasado a la mentada prosa-poética en un santiamén. Esos libros no deberían ser salvados de la pirámide mortuoria en la que se encontraban. No adornan estantes. La ingenuidad de los versos no ha cambiado conforme transitan las décadas por nuestra ciudad. Claro, no dudo que haya uno o dos o tres que se salven, pero desafortunadamente no encontré de esos, pues como son buenos ya se los habían llevado y me habían dejado sólo la merma de la poesía.
Número dos. La narrativa se cuece aparte, pues tiene alcances sorprendentes en los cuales no me quiero inmiscuir por el momento.
Número tres. ¡Oh, sorpresa! La literatura en cómics es parte de una realidad actual, donde se ha cambiado lo escrito por la simple imagen. Ahora se cuentan historias sin palabra alguna. Marcel Marceau ha de estar orgulloso dentro de su ataúd. Son libros geniales que nos dan testimonio de un avance maravilloso en la comunicación y, sin embargo, esto es algo tan antiguo como la creación de pinturas rupestres por el hombre de las cavernas. Maravilloso, andamos en búsqueda de nuestro origen mismo, por increíble que parezca.

Otra vez volvemos a colocarnos en una profunda cuestión “¿quiénes somos y de dónde venimos?” La búsqueda constante de una respuesta, nos lleva siempre a realizar literatura. Aunque la última palabra y, quizá tambien la solucion a tal enigma, siempre la tendrá el último de los lectores.




POR SERGIO IVÁN RAMÍREZ HUERTA