Helada noche de abril
la tercera función
su algarabía callaba.
Era un hombre en un hilo
que detenía miradas,
luciérnagas de una caja
en rueda lo envuelven,
todos miran y nadie habla
mientras el hombre
dibuja el miedo en el aire
y fríos, los rostros miran
piruetas y caracoles.
El actor del equilibrio
en su escenario de alambre
un juego triste inventa:
dará mil pasos sin vara,
con los ojos tapados
y con el alma muerta.
En el aire de suspenso
risas al olvido pasan.
Palcos, gradas y plateas
sus aplausos enmudecen
mientras el caminante
allá va, ciego y tonto,
mitad cielo, mitad suelo
que el vértigo alimenta.
Mientras detiene el tiempo
de nada pende.
Paso a paso lento viene
por el filamento hiriente.
¿Qué tiene, qué tiene?
Se para inconsciente.
Cual broma del viento
el ave doblas sus alas.
Los cascabeles callan.
La oropéndola humana
de la nube se avienta.
Canto y llanto contrastan,
los latidos se detienen.
Un fantasma lo persigue,
volando en picada avanza.
Los aplausos apagados
por un fuerte golpe,
y corre el vocerío
que en círculo se planta.
La tragedia al fin lo alcanza,
el pájaro no hace ruido,
se detiene el espectáculo.
Ahí es cuando abril se apaga.
Por Sergio Iván Ramírez Huerta
la tercera función
su algarabía callaba.
Era un hombre en un hilo
que detenía miradas,
luciérnagas de una caja
en rueda lo envuelven,
todos miran y nadie habla
mientras el hombre
dibuja el miedo en el aire
y fríos, los rostros miran
piruetas y caracoles.
El actor del equilibrio
en su escenario de alambre
un juego triste inventa:
dará mil pasos sin vara,
con los ojos tapados
y con el alma muerta.
En el aire de suspenso
risas al olvido pasan.
Palcos, gradas y plateas
sus aplausos enmudecen
mientras el caminante
allá va, ciego y tonto,
mitad cielo, mitad suelo
que el vértigo alimenta.
Mientras detiene el tiempo
de nada pende.
Paso a paso lento viene
por el filamento hiriente.
¿Qué tiene, qué tiene?
Se para inconsciente.
Cual broma del viento
el ave doblas sus alas.
Los cascabeles callan.
La oropéndola humana
de la nube se avienta.
Canto y llanto contrastan,
los latidos se detienen.
Un fantasma lo persigue,
volando en picada avanza.
Los aplausos apagados
por un fuerte golpe,
y corre el vocerío
que en círculo se planta.
La tragedia al fin lo alcanza,
el pájaro no hace ruido,
se detiene el espectáculo.
Ahí es cuando abril se apaga.
Por Sergio Iván Ramírez Huerta