Ya estoy algo viejo,
esta mecedora tiene vértigo,
¡cuan triste se ve todo desde aquí!,
no puedo cerrar los ojos
pues se niegan al intento siquiera,
ya se han quedado sin brillo
y están mojados por el vino de la soledad.
El recorrido de mi vista
como el de mis pasos
es torpe y sin comparsa.
¡Quiero correr!, y no puedo,
la vida y el cuerpo me duelen.
si acaso tuviera alma
también el alma me dolería,
me estorbo solo, de poco sirvo.
Las arrugas, estas, las del rostro
han borrado la juventud,
mi insigne juventud, la que se fue
y me marcó para siempre,
tarde, pero me traicionó
llevándose mi todo,
me olvidó,
se marchó sin mí.
Esta ronca voz ya no es la mía,
la de antes emanaba poesía, ahora saliva.
Camino con miedo a caer
y no poder levantarme,
aunque sería lo mejor, pienso.
¿El viento me empuja o me golpea
ensañado, a veces?,
las golondrinas cantan
su música fúnebre,
parece fúnebre, parece.
El cansancio me alcanza rápido,
me ha vencido sin haber luchado,
tengo frío,
mostraría mis garras, mis dientes,
si tan sólo tuviera garras o dientes.
Escucho un mar de gente
que me habla
que me grita,
a veces volteo y no encuentro a nadie, a nadie.
Algo me parte, ¿qué será?,
el corazón quizás,
o la respiración ésta, tan pesada y difícil.
Los años nuevos me amargan
sólo por ser nuevos;
tienen otro ritmo,
pasan con prisa como muriéndose,
sin detenerse por un viejo como yo,
tan diferente.
esta mecedora tiene vértigo,
¡cuan triste se ve todo desde aquí!,
no puedo cerrar los ojos
pues se niegan al intento siquiera,
ya se han quedado sin brillo
y están mojados por el vino de la soledad.
El recorrido de mi vista
como el de mis pasos
es torpe y sin comparsa.
¡Quiero correr!, y no puedo,
la vida y el cuerpo me duelen.
si acaso tuviera alma
también el alma me dolería,
me estorbo solo, de poco sirvo.
Las arrugas, estas, las del rostro
han borrado la juventud,
mi insigne juventud, la que se fue
y me marcó para siempre,
tarde, pero me traicionó
llevándose mi todo,
me olvidó,
se marchó sin mí.
Esta ronca voz ya no es la mía,
la de antes emanaba poesía, ahora saliva.
Camino con miedo a caer
y no poder levantarme,
aunque sería lo mejor, pienso.
¿El viento me empuja o me golpea
ensañado, a veces?,
las golondrinas cantan
su música fúnebre,
parece fúnebre, parece.
El cansancio me alcanza rápido,
me ha vencido sin haber luchado,
tengo frío,
mostraría mis garras, mis dientes,
si tan sólo tuviera garras o dientes.
Escucho un mar de gente
que me habla
que me grita,
a veces volteo y no encuentro a nadie, a nadie.
Algo me parte, ¿qué será?,
el corazón quizás,
o la respiración ésta, tan pesada y difícil.
Los años nuevos me amargan
sólo por ser nuevos;
tienen otro ritmo,
pasan con prisa como muriéndose,
sin detenerse por un viejo como yo,
tan diferente.
Sergio Iván Ramírez Huerta