—No, no, no… Ya la vendimia aquí en el mercado no da pa´ vivir. Hay que chingarle, chingarle y chingarle y aún así no sale, pero pos´ ni modo de morirse uno de hambre. No, no, no hay más. Si la cosa está dura. Y dicen que se va poner pior. ¡Hay Jesús Bendito! A ver di a como nos toca.
No, no, no. Tengo de todo pos´ por que nomás no se me vende nada de nada. Los santitos, el olor a incienso de no sé qué, el cránio y los demás huesitos que ahí se divisan nomás son pa´ apantallar. Ya casi no se vende nada, no, ya no, ya no como más antes. No es que la gente ya no sea créida sino que muy apenas les alcanza pa´ comprar frijolitos, y eso cuando hay, una bolsita de chile y ya de por sí medio kilito de gordas de máiz. Ya las di harina ya son un lujo. ¿Usted cree que tendrán dinerito pa´ venir a que yo les lea las cartas? No, no, no. Aquí en el Mercado Juárez ya está todo muy apenas, muy apenas sale pa´ vivir o más bien ya no pa´ vivir, más bien pa´ irla pasando y ya. No le digo nomás. Cuando vienen los gringos nomás toman fotos y fotos y fotos pero no compran nada, nada, nadita. Son más agarrados que la chingada, son rete agarrados los cabrones.
Uy, si bien me acuerdo comostaba antes aquí en el mercado. Feo, feo diatiro, ¿se acuerda, joven? Antes hiedía a petate-carne podrida-pinol- baño sucio-pescado-chicharrones-pie de atleta-manteca requemada… Haga de cuenta todos esos olores al mismo tiempo. Y eso no es nada, no, no es nada. Si yo le contara. Las cucarachas eran del tamaño de mi mano, d´esta mano santa que tengo, y cuando las apachurraba uno, tronaban como truenan las nueces. No, no, no. Con decirle que las ratas se comían a los gatos, así le digo. La virgen me ha de perdonar, pero aquí era un desmadre, un vil desmadre, no, no, no. Pero aún así, fíjese, había más gente que la que hay ahora. Es que Saltillo ya no es un rancho, no, no, ya está re grande. Aquellos tiempos de antes ya quedaron atrás. Las Sorianas y los Walmars y esos Sams nos están fregando la clientela re feo y las ventas ni le digo. Mal, mal, todo va de mal en pior. Y esta sociedat cada vez más tirada a la basura. Verá usted. Hace poco llegó un muchachito, ancina casi como usté, de verdá, tendría unos 18 o 20 años más o menos “buenas tardes, siñora, ando buscando la planta de los dioses”. Esa planta nunca la había óido yo mentar, nunca: “tengo manzanilla, istafiate, árnica, ruda, malva, sábila, eucalipto, gobernadora, yerbabuena...”, “ándele, ándele. D´esa mesma mero ando buscando, deme 30 pesitos de pura yerbabuena”. No pos´ yo agarré tres manojitos, ya que los vendo a diez pesitos cada uno, los eché en un periódico viejo que andaba por hai, lo hice rollito y se lo di. Aquel me pagó y se jue. Yo apenitas ´taba haciendo la cruz a mi Dios Padre cuando aquél regresó y me dijo: “yo no le pedí esto, no mame”. “Cómo que no, me pedites 30 pesos de yerbabuena. Acuérdate”. “No, no joda, yo pedí “hierba-buena”, “mota”, “marihuana”, “de la verde” pa´ que me entienda. Chingado cabrón muchacho. Ya para no hacerle largo el cuento. Le devolví los 30 pesos y éste se jue a buscar su mierda pa´ otro lado. Dejé la cruz a medias y eso es de mala suerte. Muy mala suerte. No, no, no. Cada vez todo ´ta pior y dicen, usted no me crea, pero dicen que esto se va a poner que pa´ qué le cuento. Uno hace su luchita, pero por más que l´haga no sale, no sale. Usté, joven, usté que está léido no tiene por qué mortificarse, uno sí. Uno pos´ no tiene ni velas pa´ su entierro contimás pa´ darse una buena vida. No, no, no. A ver que nos espera más delante ¡Jesús Bendito!