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sábado, 2 de octubre de 2010

Septiembre por siempre

Casualmente en septiembre nunca escribo. Surge una impotencia que me llega hasta los huesos. No es flojera sino una especie de letargo. Los días se vuelven finitos y desesperantes como un niño que babea o hace pompas de saliva, asqueroso hasta cierto punto. Aunque tengo ideas, no logro plasmarlas en algún papel.

Parezco un fantasma de treinta días. Quisiera dormir el 31 de agosto y despertar el día 01 de octubre como si septiembre fuera sólo un sueño. Es fobia lo que tengo. No comprendo esa tenaz incertidumbre cada año. Como si me fumara algunos cigarros de marihuana, los colores se distorcionan al igual que las paredes, las letras, las mujeres, los autos, el sexo, los sonidos, los edificios, Lezama Lima (aunque Lezama Lima siempre se vuelve distorsionado sin importar la estación del año), el alcohol, la sangre... ¡vamos!, todo se vuelve un disparate. Imposible transitar por las calles con tanta locura.

Y ahora que despierto, septiembre, se ha llevado tantas horas de mi vida y yo pensando en la posibilidad de borrarlo con una goma blanca para que no deje siquiera mancha.

Quién fuera un loco frente a una computadora escribiendo a los días que se han ido como una bebida por la garganta del tiempo.



Por Sergio Iván Ramírez Huerta




martes, 7 de septiembre de 2010

YA ESTOY ALGO VIEJO


Ya estoy algo viejo,
esta mecedora tiene vértigo,
¡cuan triste se ve todo desde aquí!,
no puedo cerrar los ojos
pues se niegan al intento siquiera,
ya se han quedado sin brillo
y están mojados por el vino de la soledad.
El recorrido de mi vista
como el de mis pasos
es torpe y sin comparsa.

¡Quiero correr!, y no puedo,
la vida y el cuerpo me duelen.
si acaso tuviera alma
también el alma me dolería,
me estorbo solo, de poco sirvo.

Las arrugas, estas, las del rostro
han borrado la juventud,
mi insigne juventud, la que se fue
y me marcó para siempre,
tarde, pero me traicionó
llevándose mi todo,
me olvidó,
se marchó sin mí.

Esta ronca voz ya no es la mía,
la de antes emanaba poesía, ahora saliva.
Camino con miedo a caer
y no poder levantarme,
aunque sería lo mejor, pienso.

¿El viento me empuja o me golpea
ensañado, a veces?,
las golondrinas cantan
su música fúnebre,
parece fúnebre, parece.
El cansancio me alcanza rápido,
me ha vencido sin haber luchado,
tengo frío,
mostraría mis garras, mis dientes,
si tan sólo tuviera garras o dientes.

Escucho un mar de gente
que me habla
que me grita,
a veces volteo y no encuentro a nadie, a nadie.
Algo me parte, ¿qué será?,
el corazón quizás,
o la respiración ésta, tan pesada y difícil.
Los años nuevos me amargan
sólo por ser nuevos;
tienen otro ritmo,
pasan con prisa como muriéndose,
sin detenerse por un viejo como yo,
tan diferente.




Sergio Iván Ramírez Huerta




miércoles, 18 de agosto de 2010

EL NÁUFRAGO



Resulta que preparó todo para meterse a la ducha. Acomodó las sandalias justo en la puerta del baño para no pescar un hongo. El retrete limpio, la toalla seca, el shampoo, el enjuague, el jabón, el estropajo, la ropa que usaría..., todo estaba perfectamente acomodado y alineado como si fuera mandato astrológico. Abrió las llaves del agua al mismo tiempo para lograr una temperatura cómoda y tibia... Hasta ahí todo iba perfecto.

El problema fue una vez que se quizo colocar bajo la regadera. Colocó un pie y al sentir las primeras gotas una extraña fuerza lo obligó a retroceder. El agua, ante su mirada, parecía una corriente dispuesta a llevarlo por el resumidero que, cosa tan demás curiosa, se hacía grande y chico, como si fueran las fauces de Caribdis que trataran de tragárselo. El cuerpo dejó de responderle y se convirtió en un guiñapo de hombre, ¡vamos, en una marioneta sin hilos! Cuando quizo abrir la puerta para salir huyendo, no tenía fuerza siquiera para girar la perilla. Los dedos empezaron a tomar poses artríticas. La boca se torció un poco, pero no lo suficiente para callar los gritos de terror que sólo pudieron ser ahogados con la falta de aliento. Arrastrándose buscó un rincón donde no pudieran alcanzarlo las gotas de agua. !Maldita sea! No había cortina ni puerta corrediza que pudiera separar aquel chorro desmedido que poco a poco iba creciendo, pues el resumiero actuaba como cómplice al no quererse tragar por completa aquella laguna que iba formándose. No sé de donde sacaba fuerzas para seguir gritando y llorando. El cuarto de baño se hizo chiquito y no había forma de salir.

Al verse perdido comenzó a rezar. El agua comenzo a invadirlo todo. Ya no había escapatoria. La puerta no se podía abrir, pues la fuerza iba mermando.

Los tobillos fue el primer lugar de su cuerpo donde sintió helado, luego caliente y despues ya ni siquiera sentía. Poco a poco iba subiendo el nivel de agua por su piel y con ello la sensibilidad se iba perdiendo. El terror se había apoderado de él, ya estaba tirado en el piso con la boca completamente chueca. Los ojos desorbitados como pez que sacan rapidamente del fondo del océano. Sus lágrimas iban a encontrarse con el agua que seguía saliendo de la regadera. Después de sus tobillos siguieron las piernas completas, luego el estómago y los brazos. Poco a poco se iba perdiendo en la ducha común. El nivel del agua se iba incrementando y el resumidero se negaba a seguir tragando líquido. Ya no sentía su cuerpo, pues sabía que lo siguiente en ser sucumbido era la cabeza. No podía pararse. Una vez que el río entró por su boca torcida, la garganta no pudo dar cabida a tanto. Era un pedazo de carne que se perdía en el baño. Le temblaron los ojos como si un grito aterrador quisiera escapársele, cosa extraña, pues cada bocanada era un trago más de agua.

Primero la mirada vidriosa como los pescados que venden en las tiendas departamentales. La boca no se le pudo enderezar pese a no sentirla. El chorro de agua nunca se detuvo. Flotaba, flotaba como una madera tirada en el mar por algún barco. Todo flotaba, el shampoo, el enjuague, el jabón, la toalla..., etcétera. Todo perfectamente alineado como los astros cuando sube la marea.



Por Sergio Iván Ramírez Huerta


martes, 4 de mayo de 2010

TECELOTL



Primero fui a comprar las croquetas y unas latas de comida para el perro. La carne molida sin guisar o los caldos de pollo no le agradan, y menos en invierno. Siempre he buscado mantenerlo maciso y fuerte. Caga como vaca, sí, pero qué le vamos a hacer. Lo principal es que no se estriña o haga blando. "Cuídelo como si fuera una persona más", me dijo mi tío cuando lo dejó, luego se trepó a la camioneta y no voltió siquiera por el retrovisor para verlo por última vez. Digo por última vez, porque enseguidita se fue a estampar con una pipa cargada de aguas negras. Qué fea, apestilente, sucia y enmierdada muerte. En fin.
Vacié las croquetas en el trasto. El perro me miró como quien pide algo más. "Cómete eso, luego te doy otra ración", le dije, como si fuera a entender español. Enseguida empezó a ladrar, pero no era un sonido normal. No era el común y corriente "guau-guau-guau", sino algo más elaborado y con extraña variante fonética. "cuanacuayotl-cuanacuayotl", logré percibir. Me quedé pasmado. Mi perro me estaba hablando en otra lengua o yo estaba escuchando cosas de más. "Trágate eso. Ya me estoy volviendo loco". Sus ojos fueron a parar de nuevo en los míos como si me hubiera entendido a la perfección. "Cahua-cahua-cahua", salieron los siguientes "ladridos", por llamarlos de una manera, y siguió su perorrata "choquizcuicatl-callotl-nacatl". No había duda. Eran palabras. Se levantó en las patas traseras, se colocó a mi altura y peló los colmillos. "chachamecac-nahuatl", vociferó y en seguida volvió a su altura natural.
No sé por qué pero todas sus "palabras" me estaban haciendo eco en los oidos. Aventé cuanto traía en las manos y corrí hacia mi casa como si hubiera visto u oido al mismo diablo en persona. ¿Qué ha pasado? A quién le podré pedir ayuda. "Oiga, mi perro habla una lengua extraña, parece ser nahuatl. Ayúdeme por favor", pudiera comentar y, con la velocidad del rayo me meten a la carcel o al manicomio. "Papá, mamá, nuestro perro es en realidad un indio que viajó en el tiempo y aún conserva aspectos genuinos como la lengua que le heredaron los antiguos pobladores mexicas". "¿Enserio, m´hijo?, qué buena onda´. Qué demonios te estás metiendo, pues ya te has salido de tus cabales", parece que ya los oigo.
Quise salir de nuevo para encararme con el canino, pero las piernas no me respondían, quizás detenidas por el miedo a sus "palabras" o a sus ojos o a su aspecto o a todo junto. ¿Y si me quiere comunicar algo de suma importancia?, o quizás me esté volviendo loco de remate. No sé. Tal vez sea la prueva feasciente de la reencarnación. A lo mejor yo tengo el don de entender a los animales. Tal vez las croquetas traían una sustancia que permite hablar a los perros.
De pronto aquella extraña voz canina se empezó a acercar "Chahuac-chahuac-chahuac". Mis ojos buscaban el emisor de aquellos sonidos y mi mente dibujaba a un perro erguido frente a mi. "Chantlacahuan-cahua-nahuatl-chantlacahuan", no cesaban aquellas difusas palabras. No importaba ya lo que significaran, pues sentía que mis piernas comenzaban a flaquear. De pronto sentí un golpe duro en la nuca. "Chahuac-nahuatl-callotl". Sentí helada mi entrepierna y una mordida en la misma. Colmillos aferrandose a mi carne y las palabras que no cesaban. Luego ya no sentí nada y los "ladridos" se fueron lejos poco a poco como si hubieran partido hacia el pasado en largo viaje.



Por Sergio Iván Ramírez Huerta

lunes, 22 de marzo de 2010

Doña Amparo de las compotas


Fue cuando metí la lengua al frasco, de esos de mayonesa. Sí, de los medianos. Ándale, de esos meros, de los que nos regaló el gobierno. Dizque traían conservas de chabacano algunos; otros membrillo; otros más de dátil; otros tantos de nanchi. Ahí nos tienes a todos arremolinándonos con tal de que nos dieran uno de cada uno. Estábamos todos los del ejido, menos Amparo, que de Dios goce. Traiban también unas cobijas que pa´l frío. Hazme el mondrigo favor, estábamos en plenos calorazos, era el mes de mayo. Lo recuerdo ahora porque fue en esas mismas fechas cuando se nos murió la que hice mención endenantes. Total, ahí estábamos todos con el griterío. "Dame una cobija y una despensa de mandado", "a mí unos frascos de dátil, los demás ya me los distes", "yo sólo quero la cobija pa´ mí y échame otra pa´ tapar a la virgen porque le está dando todo el sol". Todo iba bien. Se bajó uno mal encarado de la troca, mientras los demás iban aventando las cosas, a naiden le daban en la mano lo que pedía. Parecíamos leprosos o de esos enfermos a los que no se les acerca siquiera la sombra. Amparito no quiso ir que´s que pa no dejar sola la casa. Temía que alguien se fuera a meter, y cómo no, si el diablo nomás anda viendo haber quién se descuida. Aquel mal encarado se subió y de pronto le metieron el huarache al acelerador de la troca y nos dejó como fantasmas de tierra. Ahí andábamos después como meros pordioseros con cobija y compota nueva. Digo, los que alcanzamos cobija y conserva. Los demás se agarraron a chiflarle la madre al conductor y a sus achichincles. Después fue todo un lío encontrar a doña Amparo. Algunos dicen que la vieron allá en la revuelta pidiendo una despensa porque no tenía ni frijoles siquiera, pero la hubieramos visto todos. La buscamos en las demás casas, capaz que le entró el miedito y se fue a buscar refugio. Yo le traía algunos frascos aún sin abrir. "Doña Amparito, doña", le empecé a gritar como loco y nada que aparecía. Entonces ahí es cuando te digo que abrí un frasco y metí la lengua pa´ probar el membrillo. La sorpresota que me llevé al ver que estaba todo engusanado, no lo había visto bien porque la etiqueta lo tapaba todito. Abrí otro y lo mismo. Los de dátil estaban lamosos de tanta resolana que les pegó. Los de nanchi estaban acedos y ya ni pa que menciono los otros. Total, que me encaminé a la fosa. Sí, a la letrina pa tirar todito, excepto la cobija, porque esa, aunque apestosa a muerto, con una lavada en estafiate y gobernadora, se le quitaba el apeste. Tiré el primer frasco ahí donde tiro mis desperdicios del cuerpo. Sonó hueco, como un coscorrón. "Doña Amparito, que hace usted ahí metida". No me respondió nada. Flotaba, como si fuera una pelota de hule color carne. Pa´ luego fui a avisar a todos. Nadie se quería meter pa´ sacar a la difuntita, hasta que llegó uno de sus hijos y la amarró de la cintura con una soga. Podemos asegurar que ella no se aventó sola, estaba en silla de ruedas y el camino pa´ llegar a la fosa es de mucha piedra y arena. No pasan las ruedas de la silla. Alguien vió un bulto que la llevaba cargada y pensó que era su hijo, pero no. Éste llegó mucho después y casi se muere también con la noticia. "Yo creo que fue uno de los que venian regalando cosas, aprovechó la distracción y el griterío. El diablo ya ha matado a muchos como pa´ añustarle otro más, ¿no crees?, le dije a los de la patrulla, pero no me creyeron. Me llevaron al monte y arrancaron un cardón que aún tenía pitahayas, y con ese mero me empezaron a pegar. No me soltaron hasta que dije que yo había sido el que la mató. Desde entonces me la paso de un lugar pa otro. A veces en Santa María o en Los Lirios o en El sesenta. Es hora que no puedo ni quiero regresar al ejido, nomás de la pura vergüenza que me vayan a señalar las demás gentes. Aún conservo los frascos engusanados y rancios y, según sé, es tiempo que no se vuelve a parar la troca del gobierno allá en el ejido. No sé por qué.




Por Sergio Iván Ramírez Huerta

lunes, 15 de febrero de 2010

"quiére más, m´hija, pídame pa´ darle más"




Ahora se puso a dar clases de danzón, hazme el favor. Si de-por-sí está mega choncha, nunca hace ejercicio, es más, ni siquiera sale a caminar. Se la pasa como un mueble más que mira el televisor todo el día. Y venir a mi casa a extenderme esa invitación pa´ ir a echarle taconazo y, aparte pagarle a ella por el guateque. Ir a perder el tiempo, hazme a mí el favor. Nunca me habla y cuando lo hace es sólo pa´ sacarme plata. No es por desearle mal a nadien, pero de veras que a veces se pasa. Yo no soy quién pa´ estar critique y critique como cotorra. Yo soy la menos indicada, pero allá ella. Yo sí tengo cosas importantes que hacer. Yo sí tengo una vida social propia. Lo que pasa es que lo hace adrede nomás pa´ darme picones y hacerse la importante. Bien me lo dijo cuando me vio atascada en esta cuchitril barriada "tu te lo buscas porque quieres, m´hija, el que por su gusto es buey hasta la no se qué lambe". Luego me aventó una caja con cacerolas despostilladas, vasos de plástico y unos costales con ropa que ni me quedaba. Luego se dio la media vuelta y ni "adiós" dijo. Arrancó como una burra sin mecate. Bien presente lo tengo aún como si hubiera sido horitita mismo. Y ahora anda muy pipiris nais buscando a ver quién se deja embaucar pa´ sacarle unos billetitos. Nunca hizo por mí. Cada que le pedía me daba fregadazos hasta pa´ llevar de lonche. "Quiere más, m´hijita, venga pa´ darle más", y mojaba el cinto o sacudía la chancla, ponía una cara de payaso lujurioso y enseguidita se me aventaba tirando guamazos a diestra y sinestra. Yo salía como si me quisieran violar, haciendo un griterío y con las nalgas todas rojas de tanta friega. Los vecinos ya se la sabían y ni el caso. Todos como si nada estuviera sucediendo. Deja tú la pena. Me daba una impotencia que pa´ qué te cuento. "quiere más, m´hija, pídame pa´ darle más". Ya ni acordarse es bueno, pero vieras que la veo y se me salta la vena de la rabia. Voy a ir a esas clasecitas de baile, nomás pa´ verla hacer el ridículo. Esto no me lo puedo perder. Será como ver a una vaca en dos patas tratando de bailar polca. De que lo vale, lo vale. Ahora me toca a mí y en la primera que tenga voy a soltar la carcajada hasta que se me salgan las migas. Ahora me toca decirle a mí "Sí, mamá, quiero más. Quiero ver como haces el ridículo. Quiero más".

Por Sergio Iván Ramírez Huerta






martes, 12 de enero de 2010

CRI CRI, ENORME CRONISTA DE UN MÉXICO QUE NO CAMBIA



Mi siguiente post va relacionado con ese gran compositor y cantante de nombre Francisco Gabilondo Soler "Cri Cri, el grillito cantor". No creo que sea necesario colocar una biografía de él, ya que me volcaré sobre algunas de sus obras, en específico aquella que se titula La muñeca fea y, sobre ella edificaré mi post.

El maestro Cri Cri nos relata en cada canción (que podríamos señalarlas como “cuentos musicales”), un problema social que abarca distintas esferas sociales.

La crítica que manifiesta es fácil de detectar en su obra. Hablando de las diferencias sociales, tomaremos como ejemplo una percepción muy propia en la canción: El rey de chocolate, que “posee un gran castillo con murallas de membrillo y con torres de turrón…, y a pesar de ser tan dulce tiene amargo el corazón”. Sin duda es un indicio de que el hombre en su voracidad por hacerse de todo lo material se olvida de lo básico: el sentimiento de ser querido. ¿O es éste el que se le niega en forma de “princesa caramelo”? Surge entonces la necesidad del personaje principal, cosa que enmienda mediante una simple artimaña, exponer su fortuna a la vista de todos. Sembrar un gran barquillo que rieguen tempranito con refrescos de limón, una gran cascada de azúcar granulada y el arroyo en vez de piedras que arrastre colación…, la princesa acepta de buena gana la proposición de matrimonio con el feo rey nariz de cacahuate. Estamos frente a otro caso que expone sabiamente Gabilondo Soler “la conveniencia de algunas mujeres que buscan en el hombre su propia solvencia económica, un status y el ambiente de una clase social (alta en este caso)”.
En contraposición podemos encontrar el tema La patita que, “…de canasta y con reboso de bolitas va al mercado a comprar todo lo del mandado”. Con ese atuendo y el lugar común al que se dirige, notamos a un personaje de clase media baja en busca del sustento alimenticio para sus emplumados hijos. El regateo, la falta de dinero y la nula adquisición de comida, crea en ella desesperación y reflexión. F. G. Soler, mientras canta este tema, se refiere al escucha e incluso lo compara con la desafortunada patita. Es decir, el autor conoce de antemano la situación económica y de impotencia en la que vive la mayoría de los mexicanos (por citar a mis compatriotas, pero dicha comparación podría abarcar a varios países y no sólo latinoamericanos). Y cierra con una reflexión ante la pobreza: cuando le pidan contestará “coman mosquitos cuara cua cua”. Aunque sabemos que los patos no se podrán alimentar de mosquitos. Entonces el cronista nos señala que mediante la falta de dinero vendrá la falta de comida y es el sector infantil el más golpeado. La muerte parece ser el siguiente paso de aquellos “patitos” aunque su madre haga mil rabietas.

Bien, mi post va encaminado a señalar lo que “El grillito cantor” relata como trasfondo en su obra “La muñeca fea”. Señoras y señores, atención por favor, nos relata LA DISCAPACIDAD INFANTIL Y LA FORMA EN LA QUE LA SOCIEDAD LA ENFRENTA. Recordemos que la Muñeca fea es olvidada en un rincón como se oculta en varios hogares a aquellos que presentan alguna enfermedad física, mental o disfuncional. La familia de aquellos desafortunados ocultan al individuo por una simple cuestión “no quieren enfrentar la crítica social y tienden a esconder sus defectos”. La muñeca fea, mientras se oculta de que alguien la vea, tiene roto un brazo y su cara llena de hollín. Negra es su cara, como el color de piel que más desprecio tiene en las diferentes razas del mundo a través de la historia. La raza negra ha luchado duramente por tener un lugar digno dentro de la sociedad, pero su lucha más ardua ha sido contra el propio racismo. Estamos frente a un personaje que presenta un conflicto no sólo emocional sino también cultural y psicológico. Sus amigos son seres o cosas útiles, pero despreciables como son los ratones, la escoba, el recogedor, el plumero, el sacudidor, la araña y el viejo veliz, pero algo une a éstos: todos quieren ver a nuestro personaje contento y feliz. ¿Por qué ocultar los defectos o a las personas que tienen una discapacidad? La respuesta va más allá de lo que podríamos imaginar. Los animales nunca se desprecian entre sí debido a sus defectos o virtudes. Es el ser humano el único animal que actúa de una forma difícil de comprender. Sea quizá la vergüenza o el tratar de aparentar lo que no somos. Hay múltiples emociones que mueven al hombre. Gabilondo Soler nos relata el proceder de una sociedad de algunas décadas atrás. Actualmente se hacen algunos esfuerzos por erradicar o aceptar la discapacidad en el término más amplio, sin embargo, hay quienes siguen con una venda en los ojos.
Es “La muñeca fea” una obra de arte impresionante, moralista y de un tema “casi prohibido”. La señalo como “obra de arte” porque la música lo es por sí misma. “Cri Cri, el grillito cantor” es sin duda uno de los cronistas que ha llegado a más oídos a través de varias generaciones. ¡Un aplauso a aquel que nos señala con la verdad en los labios y con ello crea temas infantiles!
Espero que aquellos que me lean no cambien su manera de sentir la música del antes mencionado, porque Gabilondo Soler es para todas las edades y sus canciones son tan fácil de asimilar que nunca cansan, pues siempre hay algo nuevo que descubrir.
Me despido con los últimos versos de este maravilloso tema:

Tus amigos
no son los del mundo
porque te olvidaron
en este rincón.


Nosotros no somos así.

Te quiere la escoba y el recogedor
te quiere el plumero y el sacudidor
te quiere la araña y el viejo veliz
también yo te quiero,
y te quiero feliz.


Por Sergio Iván Ramírez Huerta