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miércoles, 4 de febrero de 2009

Las lunas del panadero

(Cuento inspirado en la leyenda saltillense "El Perro Negro")




—Ese ancianito que ven ahí es una vieja perdiz harinera. Es el mejor para batir la masa y tiene tacto de cirujano para el horno, desde que yo recuerdo, nunca se nos ha quemado un bolillo o una concha. "Don Chago" sabe que aquí hay que levantarse temprano. Las tortillerías abren más tarde que nosotros; pa´ cuando ellas vienen del molino, nosotros ya hicimos las teleras. Lo mismo da que sea día de la Revolución o viernes santo, ese de quien les hablo nunca nos ha dejado abandonada la chamba, ha llegado "crudo", lo acepto, pero aún así hace su rutina con esmero, parece que nació con este único destino, como si Dios lo hubiera echo de puro trigo y para el trigo. Las arrugas que se le ven no son de cantinear por las noches, yo lo digo porque lo conozco desde joven, se ha dado sus quereres y sus alipuces, pero nunca pierde la cordura, bueno, eso me consta de las pocas veces que nos hemos desmadrugado juntos, quién sabe andando solo.

—Ya, ya, ya. Que sea menos. ´Ta bien que el muchacho aprenda a hacer cuernitos o conchas, pero lo vas a aburrir poniéndole aumentativos a mi persona. Bien sabes que me encanta el chupe desde morrillo y pa´ las viejas soy un vicioso, mejor cuéntale cuando comenzamos aquí en la panadería. Decíamos que haríamos las entregas pa´l lado del Puente de Guanajuato, bueno, así se llamaba entonces, ahora se llama la calle Gómez Farías. Todavía recuerdo bien, esta panadería era la única cercana al Ojo de Agua. El pan se vendía, ahora sí que como dice el dicho: "como pan caliente". Las ´inches entregas las hacíamos en la madrugada, como a las cinco o cuatro y media, nomás los gallos y los ladridos de perro se oían a esa hora. Me montaba el canasto en la cabeza y ahí me veras caminando y temblando del frío...

—Las entregas las hacíamos a pata, nada de bicicleta ni chingaderas por el estilo. Las calles estaban empedradas y oscuras, así que llevábamos a la virgen en la garganta. Caminábamos como si corriéramos. No había muchas casas pero sí muchos tragones. La gente se levantaba a la hora de las gallinas, por eso teníamos que ganarles o tomarían su café con pura azúcar y leche. Cuéntale "Chago" lo que te pasó, porqué nunca más volviste a llevar el canasto pa´l lado del arroyo. Aún me acuerdo de tu cara pálida con la que regresaste.

—No me vas a creer muchacho. En aquel entonces yo era el "entregapan oficial pa´ la única tienda que hay pa´l lado del Arroyo". Yo era muy chavalo, tendría unos 14 o 15 años nomás, siempre se me pegaban las cobijas, así que pa´ cuando llegaba a la panadería pues luego luego me mandaban a llevar el producto. Ya me había acostumbrado a levantarme tarde y por lo mismo a subirme el canasto a la cabeza. Entre el miedo y la noche iba y venía rápido. Cuando llegaba a la empinada calle Real de Santiago ahora Gral. Victoriano Cepeda, en cierta ocasión se me emparejó un perro grandote y negro, no me amenazó ni nada. Casi me orino del espanto. No pude correr, me quedé petrificado, dije "me va a morder de los guevos y yo con las manos en el canasto". Lo único que se me ocurrió fue agarrar un pedazo de empanada y aventárselo. El perro pa´ luego se la tragó y empezó a mover la cola. Se me quitó el miedito de volada. Le aventé el otro pedazo, se lo comió y hasta me acompañó unas dos o tres cuadras. Al siguiente día se me emparejó de nuevo, yo ni lo había visto. Pa´ cuando lo sentí casi me saca un pedo. Le aventé una dona y asunto arreglado, movió la cola y me acompañó las mismas cuadras que un día antes. Al siguiente día le aventé un ojo de buey. Al otro un chamizclan. Una semita, polvorón, barquillo, peineta, banderilla, churro, chilindrina, rollo, bizcocho, campechana..., en fin, de todo comía aquel animalito. Ya le había agarrado arto cariño. Una cuadra antes de llegar a donde siempre me esperaba mi canino amigo, yo iba preparando la pieza que no fuera repetida al día anterior. Ese perro probó de todos y a ninguno le hacía el feo. Dónde, una vez me levanté bien tarde y córrele pa´ la panadería, llegué y me dio un buen regaño el patrón, casi me corre y yo con qué le iba a salir a mi madre, ni modo de decirle "me corrieron por guevón, mamita adorada". Agarré el canasto y me fuí bien encabronado pa´ la tienda del Arroyo. De pronto se me emparejó el perro aquel. Yo no tenía tiempo pa aventarle comida. Iba yo bien apurado y bien enojado. Me agaché para agarrar una o dos piedras de la calle, esperé a que se descuidara el animalito y le di sendo chingazo que al sentirlo aventó un aullido retefeó, como cuando están matando a los marranos. Gritó como nunca había oído yo. De pronto me vio y sus ojos eran dos flamas rojas. Me enseñó los colmillos y desapareció en una nube apestosa a azufre. ¡Puta madre! Aventé el canasto lleno de pan y corrí calle abajo como si me fueran a matar. Todavía estaba bien oscuro. No sé como llegué, dicen que parecía fantasma por lo blanco que estaba. Nunca más volví a llevar pan. El patrón me dijo que la única manera de seguir en la panadería era levantarse temprano para ir al corriente con todos y que le dejaría la entrega al próximo que llegara a pedir trabajo. Así lo hice. Desde entonces aquí me verás: cuando las brujas o diablos se van a dormir, yo fabrico el pan para los que aún duermen.

—Así que ya sabe, chamaco, agarre el canasto y vuelva pronto por que aquí hay muchas cosas que hacer. No te tardes, no vaya a ser el diablo... en forma de perro come-pan.

Por Sergio Iván Ramírez Huerta


"El Perro Negro" se encuentra en la obra Leyendas del Saltillo Antiguo de José de Jesús Dávila Aguirre.

4 comentarios:

pekeña dijo...

como el dicho que dice:

"haz mil favores, y deja de hacer uno y como si no hubieras hecho nunguno"

ya me voy, no vaya ser el diablo jiji

saluditos!!

Juana Macías Moreno dijo...

Hola Sergio,me ha resultado muy ameno el relato, me ha gustado. Sabes yo tengo un perro es un labrador canela, adoro a los animales y no me gusta que les hagan daño. En tu relato creo que en realidad la piedra no va contra el perro sino más bien el diablo, por ahí lo dejo pasa.

Un beso.

Dunames dijo...

HOLA
...Y MIENTRAS LAS BRUJAS DUERMEN...
ME GUSTO LA FORMA EN K ESTA NARRADA LA HISTORIA, ENTRE DIALOGOS.

MUY BUENA SI T MANTIENE EN EL AMBIENTE DE "K PASARA CON ESE PERRO" Y LUEGO IMAGINAT AL POBRE CHAVAL ANDANDO SÓLO.

NOS VEMOS LUEGO

TKM


BYE


PD.BESOS

Durango Onof Hernández dijo...

kual es el colmo de un panadero we
haha no conocía esa historia del perro come pan ke anda suelto por el desierto ahi nos vemos aparte del cuento me asustó un ronkido del canibal haha nos vemos mi sergio adioss